Esa mañana
el tiempo salió de casa sin tomar su reloj.

Esa semana tuvimos que pasar un año.
Las calles duermen,
uno las despierta.

Un tercero 
le pide a uno que no las bese,
que no las acaricie 
porque todavía están medio dormidas.
Y en un ligero abuso
uno incluso se acuesta al lado de ellas.

Esas calles también despiertan en la mañana.
Y quizá en el calambre
que esa hora regala a los afortunados
le dicen a uno:
Ojalá no te fueras.

Contamos el espacio
pero no nos salía la cuenta.

Un menos o un más de menos hacían toda la diferencia
y eso era precísamente lo que queríamos:

Toda la diferencia.
El país se caía en pedazos
que utilizábamos
para construir albergues.
Esa mañana desperté como siempre
pero, aunque cantaban,
eran los pájaros los que me estaban escuchando.

Cuando por fin se largaron,
las cortinas corrieron a ayudarme,
marcamos con cinta
la silueta del celular yaciendo en el piso
y borramos todas las huellas.
Para haber podido soñar eran necesarios careos,
declaraciones,
pero primero,
levantar en hombros un acta
como cuando se carga un ataúd o una victoria.
Las piernas del café se rompieron al caer en el fondo de la taza
e, impedido para nadar,
quedó ahogado en el fondo.
La música seguía
pero los oídos llacían en el piso,
agotados por las palabras desprendidas del baile.

Solicitamos una pausa
pero los árboles continuaban aplaudiendo.

Es importante recordar:
El ritmo corre,
nosotros caemos.


Devolvimos los espejos
con nuestra imagen dentro
y regresamos con calma,

pero nuestro corazón seguía agotado.

Sólo latiendo para perdirnos
un día de descanso.
Castrados pero contentos,
hacemos más patria en una bebida o en un sombrero
porque la nación la padecemos en casa,
viviendo como inmigrantes,
renunciando a nuestro suelo y nuestro futuro.
Haciendo del poder
un trabajo que se gana con sobornos.
                                                                                                                                                                                             
                   
Con los ojos a favor
un edificio es una lluvia de estrellas.
El sol tomó una pausa para comer.

Una vez con nosotros
olvidó lo demás,
                                          
inventó un pretexto.



                                                
La primavera comenzó
con las pastillas que determinarían
el resto de nuestras vidas.

Y continuamos así,
festejando cumpleaños
sacados de enciclopedias de papel.

Fumo un gallo
y la sangre de cristo
se borra con blanqueador
y un ciclo de lavado en "muy sucio".