Esa mañana desperté como siempre
pero, aunque cantaban,
eran los pájaros los que me estaban escuchando.

Cuando por fin se largaron,
las cortinas corrieron a ayudarme,
marcamos con cinta
la silueta del celular yaciendo en el piso
y borramos todas las huellas.
Para haber podido soñar eran necesarios careos,
declaraciones,
pero primero,
levantar en hombros un acta
como cuando se carga un ataúd o una victoria.