Esa mañana
el tiempo salió de casa sin tomar su reloj.

Esa semana tuvimos que pasar un año.
Las calles duermen,
uno las despierta.

Un tercero 
le pide a uno que no las bese,
que no las acaricie 
porque todavía están medio dormidas.
Y en un ligero abuso
uno incluso se acuesta al lado de ellas.

Esas calles también despiertan en la mañana.
Y quizá en el calambre
que esa hora regala a los afortunados
le dicen a uno:
Ojalá no te fueras.