Las calles duermen,
uno las despierta.
Un tercero
le pide a uno que no las bese,
que no las acaricie
porque todavía están medio dormidas.
Y en un ligero abuso
uno incluso se acuesta al lado de ellas.
Esas calles también despiertan en la mañana.
Y quizá en el calambre
que esa hora regala a los afortunados
le dicen a uno:
Ojalá no te fueras.